miércoles, septiembre 10, 2008

De viajes, metafísica y amor

Hace un par de semanas realicé un viaje a Uruguay con mi esposo. Poco antes de volver pensamos ir de visita a Colonia de Sacramento, ciudad cercana a Montevideo. No llegamos ahí, pero de alguna manera sí hubo un viaje.

El autobús se volcó. Perder los puntos de referencia espacial, recibir golpes varios, pensar que íbamos a morir, ocurrió todo en un tiempo tan rápido que no alcanza para gritar, para encomendarse a Dios, para temer siquiera, una certeza neutra de que todo acaba.

Y luego, caer sobre alguien en algun lugar del autobus que ha frenado. Sentirse viva. Preguntar "¿estás bien, amor?" mientras aún se le busca con la vista. Tomar la mano de un extraño que nos ayuda a acercarnos a la ventanilla de emergencia en el techo (que ahora es el costado). Salir aún aturdidos y sentir en la cabeza el viento y una ligera lluvia a miles de kilómetros de casa.


Sin duda un viaje.

Un viaje hacia la autoconciencia, hacia la satisfacción de nuestra mera existencia, un darse cuenta de lo efímero que pueden ser los grandes planes, las pequeñas vanidades, un descubrir en el camino que cuando uno renace, lo único que está ahí, que sigue siendo, es la vida misma (lo poco o mucho que aún quede de ella) y el amor hacia quienes amamos.