miércoles, septiembre 10, 2008

De viajes, metafísica y amor

Hace un par de semanas realicé un viaje a Uruguay con mi esposo. Poco antes de volver pensamos ir de visita a Colonia de Sacramento, ciudad cercana a Montevideo. No llegamos ahí, pero de alguna manera sí hubo un viaje.

El autobús se volcó. Perder los puntos de referencia espacial, recibir golpes varios, pensar que íbamos a morir, ocurrió todo en un tiempo tan rápido que no alcanza para gritar, para encomendarse a Dios, para temer siquiera, una certeza neutra de que todo acaba.

Y luego, caer sobre alguien en algun lugar del autobus que ha frenado. Sentirse viva. Preguntar "¿estás bien, amor?" mientras aún se le busca con la vista. Tomar la mano de un extraño que nos ayuda a acercarnos a la ventanilla de emergencia en el techo (que ahora es el costado). Salir aún aturdidos y sentir en la cabeza el viento y una ligera lluvia a miles de kilómetros de casa.


Sin duda un viaje.

Un viaje hacia la autoconciencia, hacia la satisfacción de nuestra mera existencia, un darse cuenta de lo efímero que pueden ser los grandes planes, las pequeñas vanidades, un descubrir en el camino que cuando uno renace, lo único que está ahí, que sigue siendo, es la vida misma (lo poco o mucho que aún quede de ella) y el amor hacia quienes amamos.

jueves, octubre 04, 2007

¿Para qué sirve la filología?

No veo con los ojos: las palabras son mis ojos.
Vivimos entre nombres;
lo que no tiene nombre todavía
no existe...
Octavio Paz.


El intelecto humano puede enfocarse para producir “saber” bien al estudio de las razones de la Natura, razones que se conceptúan como objetivas y permanentes, o a las razones de la Cultura, razones consideradas subjetivas, perfectibles, humanas.

Al estudio de las primeras y prístinas razones “cuantificables y predecibles”, las de Natura, que permiten incluso postular Leyes, hemos asignado el nombre de Ciencia. La ciencia es indiscutiblemente útil en tanto que permite conocer el entorno, su funcionamiento y –por qué no, apropiárnoslo a través de la Técnica.

Para el estudio de las otras razones, esas volubles e inasibles razones de la Cultura, reservamos un nombre especial, que según en dónde se sitúe uno sirve por igual como meliorativo que como despectivo: Humanidades. Muchos piensan que la filología, como la literatura, la historia la filosofía y otras “humanidades”, no sirven para nada, o para nada útil al menos.

En 1870 la Real Academia Española define por primera vez la ya por entonces vieja disciplina de la Filología en los siguientes términos: “Ciencia compuesta y adornada de la gramática, retórica, historia, poesía, antigüedades, interpretación de autores y generalmente de la crítica, con especulación general de todas las demás ciencias.” Hoy día la entiende como: “Ciencia que estudia una cultura tal como se manifiesta en su lengua y en su literatura, principalmente a través de los textos escritos.”

Encontramos el primer inconveniente: la filología, en tanto que saber, en tanto que conjunto de conocimientos sistemáticamente estructurados procedentes de la observación y el razonamiento, es también, pese a sus inexactitudes, ciencia. Este inconveniente parece no ser más que meramente terminológico, ¿y a quién le importa cómo se designa algo?, ¿no son, finalmente, todos los nombres arbitrarios?

Para una sociedad postmoderna, tecnologizada y –más grave aún- tecnocrática como la nuestra, las únicas ciencias verdaderas (y he ahí otro punto discutible, en el que no abundaré ahora) son las ciencias exactas en la medida en que pueden aprovecharse para la técnica. Saber algo “a ciencia cierta” es saberlo con exactitud. En cambio, las “ciencias sociales” son casi tan superfluas como las “ciencias oscuras”; se calla por ser políticamente correctos, pero no falta quien piense que la sociología no difiere en mucho de la alquimia, en tanto que ésta sí es algo muy distinto a la química farmacéutica.

Llegamos aquí al punto clave, ¿sirven para algo esos saberes que parece que no sirven para nada? Y, si es así, para qué.

Ya escucho a los filólogos adscriptos al pragmatismo, enceguecidos, diciendo que la filología sirve para hacer diccionarios, ortografías y gramáticas, que sirve para hacer métodos de enseñanza, revistas y cualquier ‘cosa’ hecha de palabras que podamos vender y hacer dinero. La realidad es que vender y enriquecerse son fines inmediatos, mas no últimos.

El deseo de saber (orexis), sirve para mucho, pero no necesariamente de manera mediata (praxis). El hombre se distingue de los animales por la racionalidad, racionalidad que manifiesta a través de la lengua. Para conocer eso que somos, lo que hemos venido siendo, lo que nos es similar y lo distinto, lo que es importante para nosotros, lo que era importante antes y ha dejado de serlo, lo que no enunciábamos y ahora enunciamos, es necesario estudiar la lengua.

¿Y para qué desearíamos conocer eso que fuimos, esto que somos y la manera en que lo entendemos y expresamos? Es fácil responder esa pregunta si nos seduce la trampa del conocimiento por el conocimiento “para saber más”.

Si rascamos un poco veremos que existen razones más hondas, lo que en realidad buscamos los filólogos, como todos los humanistas, no es saber más, sino, fundamentalmente, ser más, no caer en ese vacío inexistente por innombrado del que habla el poeta; buscamos ser felices: Nulla est homini causa philosophandi, nisiut beatus sit, decía el sabio.

Tal vez en ese deseo de crecer en lo que se es, de buscar la felicidad, resida lo que a tanta gente hoy día le parece “lo inútil”.

lunes, diciembre 26, 2005

Certámenes literarios

Se pueden consultar las bases para el I Certamen de relato y el I Certamen de poesía en www.editorialabaco.com

domingo, noviembre 27, 2005

Elegía a Kaki

Mi abuela Kaki siempre quiso a todos,
murió en agosto, de vieja y porque quiso.
Con ella se llevó el refrán perpetuo
y el sazón exacto.

¿Qué se queda de los muertos cuando mueren?
El nombre, el recuerdo de una voz, risa y andar,
las anécdotas lejanas hechas eco en el fondo de los deudos.

María del Refugio, mi abuela Kaki,
Cuca para los otros
la del padre Ramón el panadero,
la que no conoció a su madre Adela, que murió de parto.
la abuela que de niña huía de pueblo en pueblo en una mula,
asustada por la Revolución, las correrías y los incendios.

Kaki siempre cuidando de todos con cariño
de los hijos, los nietos, los bisnietos,
los gatos y pericos australianos;
un buen día se cansó de hacer galletas y rompope,
de sentir el clima con los huesos,
de la viudez, de que el tiempo pasara siempre en ella,
y quiso irse.
¡Lástima que se cansó de ser y estar entre nosotros!

sábado, noviembre 12, 2005

Las metamorfosis de Ovidio y la introducción de Bonifaz Nuño en Scriptorum

"Cada momentánea presencia empuja sin consideración a otra que la precedió, y es, a su turno, empujada por otra que la persigue."

Rubén Bonifaz Nuño, en su erudita y clarísima introducción a Las metamorfosis de Ovidio, habla sobre el problema del cambio y la permanencia en relación con el hombre. Esta continua alteración determina la necesaria búsqueda del hombre por la posibilidad de permanenciam por lo definitivo. Así, Ovidio plantea en su obra la superioridad de lo que persiste, de la forma, de la escencia, sobre lo tornadizo del cuerpo. La mutación de los cuerpos obedece a una de dos causas posibles: la divinidad y la naturaleza. En la primera parte se manifiestan los dioses en acción; se cuentan, en la segunda, las hazañas de míticos héroes y heroínas; la tercera hace figurar los hechos de personajes que pudieran considerarse históricos. (Nuño: XIV)

La intención del poema es, tal como Ovidio mismo lo dice, "relatar el desarrollo y mutaciones del mundo desde su origen hasta la época de Augusto. Tracicionalmente se le ha dividido en tres partes, aunque esta no es una división del todo exacta."

Además hay un epílogo en el que Ovidio expone su creencia en la inmortalidad de su obra, cuyo personaje central es aquello que permanece.
Según el académico y poeta, para el año 8 de nuestra era los quince libros de Las metamorfosis ya eran conocidos en Roma. La búsqueda ovidiana por la permanencia era común a varios autores de la época de Augusto, pero no así la equiparación de esa esencia inmutable con la poesía misma y con Roma, la escencia de la cual consiste en la creciente grandeza, y que encuentra en el auge la única posibilidad de mutación.

Hay distintos grados de metamorfosis, en la mayoría de los casos la forma se muda por completo al nuevo cuerpo –como Licaón-, pero hay veces en que la transformación es efímera o irreal y solo cambia en la percepción de otros, -como Penteo.
Gran parte de las mutaciones están relacionados con el amor, sus motivos y consecuencias. Encontramos casos en que los dioses se mudan ellos mismos transitoriamente para satisfacer sus deseos y volver a su cuerpo, así Júpiter se transforma en toro para seducir a Europa, en cisne para ganar a Leda o en sátiro para conseguir a Antíope.
En todos los casos, hay un proceso único, que no involucra nunca variación esencial. "Tras haber mudado su forma al cuerpo inferior (...) los dioses salen de aquél, deponen la imagen asumida y retornan a su perfecta identidad consigo mismos." (Nuño: XXX)

También hay casos en donde la letitimidad o ilegitimidad del amor humano motiva el cambio de acuerdo con la piedad de quien lo padece y goza. Entre los casos de metamorfosis por impiedad del amante, analiza detalladamente los casos de Biblis y Mirra. Biblis, casi sin percatarse de ello, concibe una irrealizable inclinación erótica por Cauno su hermano, con quien sueña encuentros amorosos. Envanecida con la vana esperanza -nos dice Bonifaz- ensoberbecida por la ignorancia y la pasión, se atreve a lo prohibido. Trata de persuadirlo para el incesto argumentando en una carta que los dioses lo hacen, enumerando las ventajas que les ofrecería para el amor su condición fraternal y amanazandolo con el remordimiento que padecerá él si su dureza causa la muerte de quien le ama. Pero Cauno es hombre de una rectitud intransigente, observante de las normas hasta el grado de ser incapaz de comprenderla, y al verse acosado por la hermana, decide interponer distancia huyendo de su patria. Biblis sigue las huellas del amado y va siguiendolo en un movimiento desenfrenado hasta que, agotadas las fuerzas, cae en tierra. El cuerpo, donde concibió los principios del amor, se ha vuelto insuficiente para contener sus términos y las diosas lo saben (Nuño: XL) Las ninfas fomentan aún este amor y hacen que de las lágrimas de Biblis fluya una corriente perenne, ella consumida en lágrimas es convertida en fuente, que aún ahora mana y conserva su nombre.

El caso de Mirra es semejante por ser una mujer cuya escencia es el amor, pero ser éste ilícito por consistir en un incesto con su padre Ciniras. El argumento mediante el que Mirra pretende justificar ante sí misma su amor es una impiedad opuesta a la de Biblis, ya que ella se rebaja diciendo que tales cosas suceden entre los animales. Tras valorar pros y contras, piensa que la distancia bastaría para disminuir su pena, pero la pasión que siente le retiene ahí para poder ver, hablar y tocar a su padre. Como en el caso de Biblis, el principal obstáculo es la piedad del amado, que es adverso al incesto, por lo cual Mirra decide ahorcarse. La nodriza-alcahueta le sorprende e indaga las razones del pretendido suicidio, deduce que son penas de amor y ofrece su ayuda. Mirra, aunque renuente, termina por confesar su deseo y por aceptar la ayuda de la nodriza, quien engaña a Ciniras para introducir a Mirra en el lecho paterno. El engaño se descubre y Mirra, sufriente por el hecho levanta una súplica.
Pide entonces a los dioses, hasta allí ignorados por ella, que hagan algo que está en su sola potestad: que muden su forma a un cuerpo nuevo más idóneo y permanente; un cuerpo distinto y puro, sin mácula de crimen, que se mantenga intermedio entre la humana vida y la muerte, libre de ésta y de aquella. (Nuño: L)

Los dioses le conceden un cuerpo nuevo para manifestarse placenteramente ya vivos y muertos, cuya escencia es el amor y la transforman en el árbol de mirra, que produce lágrimas de resina aromática, sirve de ornato y para culto.
Entre los casos de mutación por piedad del amante se estudia el de Ifis. Los padres de Ifis son pobres, por lo que Ligdo advierte a su esposa Teletusa que no pueden mantener a una hija y que si no pare un niño tendrán que matarlo. Teletusa ruega a los dioses y es socorrida por Isis, quien se le aparece y ordena que admita y cuide al fruto de su parto aunque sea mujer y le promete su ayuda. Ligdo, creyendo ser padre de un niño, nombra a la recién nacida Ifis, como su abuelo, aunqe este es nombre tanto de hombre como de mujer. Andado el tiempo planea casarlo con Yante, otra mujer. Ifis ama a Yante con un impulso varonil, pero, sabiendo su condición de mujer, reconoce lo ílicito de su sentimiento y encuentra que entre los animales mismos, las hembras no buscan otra hembra.
Trata de dejar de desear a Yanta, pero se lamenta de lo fácil que sería la consecución de su deseo si fuera hombre.
"No de su caro abrazo te aparta la custodia, ni los cuidados del cauto marido, no del padre la aspereza; ella misma, a quien ruega no niégase, y empero, no es poseíble por ti, ni, aunque todo se haga, ser puedes feliz (...) llega la luz nupcial, y Yante se hará mía y no me pertenecerá; sed, a medias ondas tendremos." (Ovidio: 750-763)

Teletusa lleva a Ifis al templo y pide auxilio a Isis para que no se descubra su fraude. Dada la piedad de madre e hija, la diosa interviene y las recompensa, Ifis sale del templo transformada en hombre.
"Con paso mayor que lo usual; y el candor no en su rostro permanece y sus fuerzas aumentan, y más bravo es su mismo semblante, y más breve el tamaño de los despeinados cabellos, y hay más vigor que el que tuvo una hembra..." (Ovidio: 788-790)

Entre las metamorfosis en las que el amor causa la intervención divina también hay varias que afectan a ambos miembros de la pareja, como el caso de Filemón y Baucis, piadosos y amantes ancianos que se convierten en dos árboles cercanos a las puertas de un templo; la transformación del cadáver del náufrago Ceix y la viuda Alcione en aves marinas; o el cambio del color de las moras, teñidas por la sangre de Píramo y Tisbe.

viernes, noviembre 04, 2005

Sobre Velódromo de Invierno de Juana Salabert

Prometeo y Pandora

En Velódromo de Invierno, galardonada con el Premio Biblioteca Breve, Juana Salabert habla de la gran redada del tuvo lugar el 16 de julio de 1942, en París, ordenada por las autoridades alemanas de ocupación y el gobierno colaboracionista del mariscal Pétain "El carnicero de Verdún". En dicha redada fueron detenidos miles de judíos, identificados por la estrella amarilla que debían llevar cosida a la ropa para tener derecho a la cartilla de racionamiento.

Del Velódromo de Invierno lograron escapar menos de diez personas, entre ellas, la niña Ilse Landerman. Juana Salabert, en esta novela, narra no sólo el ambiente del Velódromo, sino también la pérdida de valores y símbolos generacionales que supuso la separación de las familias, como la bolsita con tierra de Salónica que después de transmitirse por quinientos años, Sebastián Miranda jamás recibe porque su padre muere en Auschwitz; o como el grabado de la sirena que la madre de Ilse empeña para comprarles zapatos de viaje a sus hijos y pagar para que los saquen de Francia.

En Velódromo de Invierno conviven dos ejes temporales: los cuatro días de julio de 1942 en París y 1992. En este segundo tiempo, el hijo de Ilse, Herschel Dalmases -quien lleva el nombre del tío que murió siendo un niño y el apellido de un padre a quien no conoce-, vuelve a Europa a recuperar los recuerdos y –descubrirá más tarde- a finalmente “sacar a su madre del Velódromo”.

La trama se construye a partir de la muerte de en Puerto Rico y de Javier Dalmases en España, muertes que descubren capítulos secretos hasta entonces: las cartas que Dalmases escribió durante años a su mujer en Puerto Rico; el manuscrito que Ilse depositó en la caja de seguridad de un banco para cuando Herschel cumpliera 33 años; y los recuerdos del amigo íntimo de sus padres, Sebastián Miranda, un sefardí de Salónica, a través de los cuales se reconstruye todo.

Salabert denuncia los crímenes de la SS y de la UGIF en una novela rica en sígnos y conceptos: los niños que llevan el nombre de los muertos, la consolidación de identidad y el nacimiento de empatía por la lengua y la fe, el valor de los recuerdos de familia, la solidaridad, etc.

Sobre Mito y realidad de Mircea Eliada

Prometeo y Pandora

En Mito y realidad Mircea Eliade habla de la importancia del mito vivo de las sociedades arcaicas tradicionales, en las cuales los mitos sirven para justificar y fundamentar el comportamiento y la actividad de los hombres. La función principal es revelar los modelos ejemplares de todos los ritos y actividades humanas significativas; es una historia sagrada y verdadera que sucedió en un tiempo primordial. La sacralidad del mito viene dada por la idea del origen, y lo que sucedió en él se puede actualizar a través del rito.

En las sociedades en que el mito está vivo los indígenas distinguen cuidadosamente los mitos o “historias verdaderas” de las fábulas o los cuentos, que llaman “historias falsas, pues las fábulas se refieren a cambios que no han modificado la condición humana en cuanto tal.

El mito de la presencia y de la mortalidad del hombre surgen a partir de una realidad dada pero inexplicable. El conocimiento de los mitos nos permite conocer el origen y re-actualizarlo, es decir, se aprende no como las cosas han llegado a la existencia, sino también donde encontrarlas y cómo hacerlas reaparecer cuando desaparecen. Este conocimiento es esotérico y sagrado porque reviste un poder mágico y religioso.

Eliade analiza los mitos de origen, que narran como algo en particular ha tenido lugar, y los mitos cosmogónicos, que cuentan como todo es lo que es. La cosmogonía pasa a ser el modelo ejemplar, y todo mito que refiere el advenimiento de una situación nueva o la justifica, es un complemento del mito cosmogónico.

En el rito se interrumpe la linealidad del tiempo profano para dar lugar al tiempo cíclico sagrado, gracias al retorno al origen se espera nacer de nuevo, ya que se cree que la primera manifestación de una cosa es la significativa y válida.

Inicia el viaje... todos a bordo

Si en la maltrecha posada costera de la que parto hubiera habido alguien que preguntara por mi, le habría dicho que he recorrido este mar en pos de tesoros inimaginables y absolutos, desafiando tempestades, tocando la dulce flauta y confiando en que Caribdis duerma.

Anclé el Tempestad, que ha sido por años mi barco, en la paradisíaca isla Miel de Jade, remanso de arena roja y tibia, mi puerto preferido.

Ahora, restaurada la nave, zarparé de nuevo entre la agradable compañía, el sol y el aroma siempre fresco de la brisa. A bordo todos que el viaje inicia.