El autobús se volcó. Perder los puntos de referencia espacial, recibir golpes varios, pensar que íbamos a morir, ocurrió todo en un tiempo tan rápido que no alcanza para gritar, para encomendarse a Dios, para temer siquiera, una certeza neutra de que todo acaba.
Y luego, caer sobre alguien en algun lugar del autobus que ha frenado. Sentirse viva. Preguntar "¿estás bien, amor?" mientras aún se le busca con la vista. Tomar la mano de un extraño que nos ayuda a acercarnos a la ventanilla de emergencia en el techo (que ahora es el costado). Salir aún aturdidos y sentir en la cabeza el viento y una ligera lluvia a miles de kilómetros de casa.
Sin duda un viaje.