sábado, noviembre 12, 2005

Las metamorfosis de Ovidio y la introducción de Bonifaz Nuño en Scriptorum

"Cada momentánea presencia empuja sin consideración a otra que la precedió, y es, a su turno, empujada por otra que la persigue."

Rubén Bonifaz Nuño, en su erudita y clarísima introducción a Las metamorfosis de Ovidio, habla sobre el problema del cambio y la permanencia en relación con el hombre. Esta continua alteración determina la necesaria búsqueda del hombre por la posibilidad de permanenciam por lo definitivo. Así, Ovidio plantea en su obra la superioridad de lo que persiste, de la forma, de la escencia, sobre lo tornadizo del cuerpo. La mutación de los cuerpos obedece a una de dos causas posibles: la divinidad y la naturaleza. En la primera parte se manifiestan los dioses en acción; se cuentan, en la segunda, las hazañas de míticos héroes y heroínas; la tercera hace figurar los hechos de personajes que pudieran considerarse históricos. (Nuño: XIV)

La intención del poema es, tal como Ovidio mismo lo dice, "relatar el desarrollo y mutaciones del mundo desde su origen hasta la época de Augusto. Tracicionalmente se le ha dividido en tres partes, aunque esta no es una división del todo exacta."

Además hay un epílogo en el que Ovidio expone su creencia en la inmortalidad de su obra, cuyo personaje central es aquello que permanece.
Según el académico y poeta, para el año 8 de nuestra era los quince libros de Las metamorfosis ya eran conocidos en Roma. La búsqueda ovidiana por la permanencia era común a varios autores de la época de Augusto, pero no así la equiparación de esa esencia inmutable con la poesía misma y con Roma, la escencia de la cual consiste en la creciente grandeza, y que encuentra en el auge la única posibilidad de mutación.

Hay distintos grados de metamorfosis, en la mayoría de los casos la forma se muda por completo al nuevo cuerpo –como Licaón-, pero hay veces en que la transformación es efímera o irreal y solo cambia en la percepción de otros, -como Penteo.
Gran parte de las mutaciones están relacionados con el amor, sus motivos y consecuencias. Encontramos casos en que los dioses se mudan ellos mismos transitoriamente para satisfacer sus deseos y volver a su cuerpo, así Júpiter se transforma en toro para seducir a Europa, en cisne para ganar a Leda o en sátiro para conseguir a Antíope.
En todos los casos, hay un proceso único, que no involucra nunca variación esencial. "Tras haber mudado su forma al cuerpo inferior (...) los dioses salen de aquél, deponen la imagen asumida y retornan a su perfecta identidad consigo mismos." (Nuño: XXX)

También hay casos en donde la letitimidad o ilegitimidad del amor humano motiva el cambio de acuerdo con la piedad de quien lo padece y goza. Entre los casos de metamorfosis por impiedad del amante, analiza detalladamente los casos de Biblis y Mirra. Biblis, casi sin percatarse de ello, concibe una irrealizable inclinación erótica por Cauno su hermano, con quien sueña encuentros amorosos. Envanecida con la vana esperanza -nos dice Bonifaz- ensoberbecida por la ignorancia y la pasión, se atreve a lo prohibido. Trata de persuadirlo para el incesto argumentando en una carta que los dioses lo hacen, enumerando las ventajas que les ofrecería para el amor su condición fraternal y amanazandolo con el remordimiento que padecerá él si su dureza causa la muerte de quien le ama. Pero Cauno es hombre de una rectitud intransigente, observante de las normas hasta el grado de ser incapaz de comprenderla, y al verse acosado por la hermana, decide interponer distancia huyendo de su patria. Biblis sigue las huellas del amado y va siguiendolo en un movimiento desenfrenado hasta que, agotadas las fuerzas, cae en tierra. El cuerpo, donde concibió los principios del amor, se ha vuelto insuficiente para contener sus términos y las diosas lo saben (Nuño: XL) Las ninfas fomentan aún este amor y hacen que de las lágrimas de Biblis fluya una corriente perenne, ella consumida en lágrimas es convertida en fuente, que aún ahora mana y conserva su nombre.

El caso de Mirra es semejante por ser una mujer cuya escencia es el amor, pero ser éste ilícito por consistir en un incesto con su padre Ciniras. El argumento mediante el que Mirra pretende justificar ante sí misma su amor es una impiedad opuesta a la de Biblis, ya que ella se rebaja diciendo que tales cosas suceden entre los animales. Tras valorar pros y contras, piensa que la distancia bastaría para disminuir su pena, pero la pasión que siente le retiene ahí para poder ver, hablar y tocar a su padre. Como en el caso de Biblis, el principal obstáculo es la piedad del amado, que es adverso al incesto, por lo cual Mirra decide ahorcarse. La nodriza-alcahueta le sorprende e indaga las razones del pretendido suicidio, deduce que son penas de amor y ofrece su ayuda. Mirra, aunque renuente, termina por confesar su deseo y por aceptar la ayuda de la nodriza, quien engaña a Ciniras para introducir a Mirra en el lecho paterno. El engaño se descubre y Mirra, sufriente por el hecho levanta una súplica.
Pide entonces a los dioses, hasta allí ignorados por ella, que hagan algo que está en su sola potestad: que muden su forma a un cuerpo nuevo más idóneo y permanente; un cuerpo distinto y puro, sin mácula de crimen, que se mantenga intermedio entre la humana vida y la muerte, libre de ésta y de aquella. (Nuño: L)

Los dioses le conceden un cuerpo nuevo para manifestarse placenteramente ya vivos y muertos, cuya escencia es el amor y la transforman en el árbol de mirra, que produce lágrimas de resina aromática, sirve de ornato y para culto.
Entre los casos de mutación por piedad del amante se estudia el de Ifis. Los padres de Ifis son pobres, por lo que Ligdo advierte a su esposa Teletusa que no pueden mantener a una hija y que si no pare un niño tendrán que matarlo. Teletusa ruega a los dioses y es socorrida por Isis, quien se le aparece y ordena que admita y cuide al fruto de su parto aunque sea mujer y le promete su ayuda. Ligdo, creyendo ser padre de un niño, nombra a la recién nacida Ifis, como su abuelo, aunqe este es nombre tanto de hombre como de mujer. Andado el tiempo planea casarlo con Yante, otra mujer. Ifis ama a Yante con un impulso varonil, pero, sabiendo su condición de mujer, reconoce lo ílicito de su sentimiento y encuentra que entre los animales mismos, las hembras no buscan otra hembra.
Trata de dejar de desear a Yanta, pero se lamenta de lo fácil que sería la consecución de su deseo si fuera hombre.
"No de su caro abrazo te aparta la custodia, ni los cuidados del cauto marido, no del padre la aspereza; ella misma, a quien ruega no niégase, y empero, no es poseíble por ti, ni, aunque todo se haga, ser puedes feliz (...) llega la luz nupcial, y Yante se hará mía y no me pertenecerá; sed, a medias ondas tendremos." (Ovidio: 750-763)

Teletusa lleva a Ifis al templo y pide auxilio a Isis para que no se descubra su fraude. Dada la piedad de madre e hija, la diosa interviene y las recompensa, Ifis sale del templo transformada en hombre.
"Con paso mayor que lo usual; y el candor no en su rostro permanece y sus fuerzas aumentan, y más bravo es su mismo semblante, y más breve el tamaño de los despeinados cabellos, y hay más vigor que el que tuvo una hembra..." (Ovidio: 788-790)

Entre las metamorfosis en las que el amor causa la intervención divina también hay varias que afectan a ambos miembros de la pareja, como el caso de Filemón y Baucis, piadosos y amantes ancianos que se convierten en dos árboles cercanos a las puertas de un templo; la transformación del cadáver del náufrago Ceix y la viuda Alcione en aves marinas; o el cambio del color de las moras, teñidas por la sangre de Píramo y Tisbe.

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