viernes, noviembre 04, 2005

Sobre Velódromo de Invierno de Juana Salabert

Prometeo y Pandora

En Velódromo de Invierno, galardonada con el Premio Biblioteca Breve, Juana Salabert habla de la gran redada del tuvo lugar el 16 de julio de 1942, en París, ordenada por las autoridades alemanas de ocupación y el gobierno colaboracionista del mariscal Pétain "El carnicero de Verdún". En dicha redada fueron detenidos miles de judíos, identificados por la estrella amarilla que debían llevar cosida a la ropa para tener derecho a la cartilla de racionamiento.

Del Velódromo de Invierno lograron escapar menos de diez personas, entre ellas, la niña Ilse Landerman. Juana Salabert, en esta novela, narra no sólo el ambiente del Velódromo, sino también la pérdida de valores y símbolos generacionales que supuso la separación de las familias, como la bolsita con tierra de Salónica que después de transmitirse por quinientos años, Sebastián Miranda jamás recibe porque su padre muere en Auschwitz; o como el grabado de la sirena que la madre de Ilse empeña para comprarles zapatos de viaje a sus hijos y pagar para que los saquen de Francia.

En Velódromo de Invierno conviven dos ejes temporales: los cuatro días de julio de 1942 en París y 1992. En este segundo tiempo, el hijo de Ilse, Herschel Dalmases -quien lleva el nombre del tío que murió siendo un niño y el apellido de un padre a quien no conoce-, vuelve a Europa a recuperar los recuerdos y –descubrirá más tarde- a finalmente “sacar a su madre del Velódromo”.

La trama se construye a partir de la muerte de en Puerto Rico y de Javier Dalmases en España, muertes que descubren capítulos secretos hasta entonces: las cartas que Dalmases escribió durante años a su mujer en Puerto Rico; el manuscrito que Ilse depositó en la caja de seguridad de un banco para cuando Herschel cumpliera 33 años; y los recuerdos del amigo íntimo de sus padres, Sebastián Miranda, un sefardí de Salónica, a través de los cuales se reconstruye todo.

Salabert denuncia los crímenes de la SS y de la UGIF en una novela rica en sígnos y conceptos: los niños que llevan el nombre de los muertos, la consolidación de identidad y el nacimiento de empatía por la lengua y la fe, el valor de los recuerdos de familia, la solidaridad, etc.

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